Palimpsesto. Alexis Díaz Belmar

El estallido social iniciado el 18 de octubre del 2019 es, sin duda, el hecho más relevante a nivel nacional, en lo que llevamos de este siglo, y uno de los acontecimientos más importantes de nuestra historia como país. Un hito político/social tan trascendental y masivo, que tuvo como consecuencia directa el inicio de un proceso que rompe el statu quo del Chile de posdictadura a través de un ejemplar y democrático proceso constituyente. La redacción y entrega de una propuesta constitucional aglutina las demandas históricas de un país subyugado por la herencia de la dictadura –un descarnado sistema neoliberal–, donde losprivilegios, el abuso, la inequidad y la corrupción se enquistaron como parte de nuestra normalidad.
Algunos emblemáticos muros –cuyos registros conforman esta exposición–, ubicados cerca del epicentro del estallido, la Plaza de la Dignidad (ex Plaza Italia), han tenido un particular protagonismo y presencia en todo este proceso. Frases como “Los muros son la imprenta del pueblo” o reflexiones en torno a que en ellos se esbozó el primer borrador de la nueva Constitución, adquieren en este contexto particular sentido. Los rayados, pinturas, dibujos, consignas políticas, esténciles, afiches, etc., generan un gran collage, una obra popular, colectiva, contingente, procesual y efímera. Se trata de piezas, que en su conjunto poseen un innegable valor cultural, social, histórico y plástico.
Su contenido interpreta el sentir del pueblo, ya que en ellos fue plasmado en sucesivas capas superpuestas –es decir como un palimpsesto– la reafirmación de mensajes que exponían las preocupaciones, aflicciones, deseos y demandas de gran parte de la ciudadanía. Capa a capa, en la planitud de esos muros, se proyectó una perspectiva de los requerimientos que podrían contribuir a constituir un mejor país.
Los muros asumieron la tarea de ser contenedores de mensajes textuales y visuales que se querían hacer públicos en momentos en que los medios de comunicación masiva –la mayoría privados y con un claro sesgo político–, no cumplían con un rol informativo imparcial y objetivo, al tener conflictos de intereses.
Desde sofisticadas piezas de innegable valor artístico hasta humildes rayados, estas intervenciones urbanas se alinean para representar un colorido y heterogéneo sentir de muchas y muchos habitantes de este país. Humor, creatividad, desesperación, esperanza, rabia, impotencia, generan un denso discurso que con el transcurrir de los meses fue cambiando de acuerdo a los acontecimientos, mientras el mensaje crítico al sistema se mantenía. Las y los “protagonistas” aludidos también fueron cambiando de nombre y rostro, siempre representando al poder de turno que había declarado que esto era una guerra.
La represión durante el estallido social por parte del Gobierno a través de las fuerzas de orden público fue implacable, recordando a los oscuros tiempos de dictadura.
Se vulneraron sistemáticamente los derechos humanos, asunto que queda de manifiesto por la lamentable y escalofriante cantidad de treinta y cuatro víctimas fatales, y más de cuatrocientos casos de personas con lesiones oculares producto del malintencionado, indiscriminado y criminal uso de armas disuasivas y de la fuerza.
Esta exposición posibilita revisitar, observar, admirar, recordar, leer, analizar, reflexionar y sentir parte de lo ocurrido en las calles en esos complejos momentos. Esta vez, a través de la mediación del registro fotográfico, sus impresiones y proyecciones de los distintos muros en diversos tiempos, y desde la seguridad propia de un(a) espectador(a) en una sala de arte. Una experiencia controlada, sin gases lacrimógenos que nublen nuestra mirada, sin el miedo al violento accionar de quienes debieran habernos protegido. De esta forma, podemos visitar el contenido de estos muros como un verdadero testimonio, huella de un proceso histórico que aún no finaliza, pues todavía se encuentra en pleno desarrollo.
Jorge Gronemeyer